(Tercer Premio Narrativa HERTE 2013)
Desde jovencita, en mis días
tristes llenos de tinieblas y soledades, siempre te buscaba. Terminaba encontrándote al escuchar tus
susurros; esos susurros que
me aliviaban y confortaban. También iba a buscarte en los momentos de diversión y celebraciones porque deseaba compartirlo todo contigo. Te consideraba mi amigo perfecto, aún sin
conocerte; no me importaba ni la distancia ni el tiempo…
Tanto entonces, cuando era
joven, como ahora en mi edad madura, suelo tener una actitud positiva ante la
vida; eso me hace gozar de días luminosos y alegres y, en todas las ocasiones, peores
y mejores, valoro tu compañía. ¡Me gustas tanto!
Soy una fan incondicional tuya y te persigo incansablemente, aunque… he
de decir que hace mucho tiempo ya que vi cumplida una ilusión; ¡la de conocerte!.
Sobra explicar la emoción que me invadió en ese maravilloso
instante. Aún hoy, al recordarlo, me
estremezco de felicidad.
Eso ocurrió aquel remoto día
en el que, al doblar una esquina, me tropecé con una persona con la que
compartíamos amistad. Ella, al ser
conocedora de mi amor por ti, me brindó la oportunidad de conocerte; de una
manera tangible; no de una forma lejana e imaginaria como hasta antaño. A partir de
ese momento, tuve la gran suerte de que pasaras a formar parte importante de mi
vida, de aprender a compartirte, de comprometerme con nuestra relación, una vez
gozamos de estrecha intimidad… Eso me
llenaba plenamente e hizo que me fuera sintiendo plena y relajada…
Luego, por circunstancias,
tuvimos que alejarnos una temporada, que volvió a repetirse, algo después. En
ambas te extrañé, pero como ¡a la
tercera va la vencida!, esas
separaciones sólo hicieron que retomáramos nuestro vínculo con más ímpetu. Esa última vez entraste de nuevo en mi vida
en el momento que más te necesitaba y llegaste a mí para quedarte.
Ahora, nuestros encuentros son
semanales. Te espero con
impaciencia. Declaro, sin sonrojo, vivir
enamorada de ti y pongo a tu disposición lo que sé, mi esfuerzo e ilusión, para
no perderte… Tú, por tu lado, siempre me
dejas crear y expresar mis emociones y ¡me
premias con tantos momentos preciosos!
Promete serte siempre fiel; es una necesidad que me brota del corazón.
Me fascina esa facultad tuya
de transmitir la voz, y que ésta se propague a través de las ondas siderales,
que los silencios queden flotando en el aire, que los gritos ocupen su lugar en
el espacio y que…los susurros…sean recogidos por los corazones de quienes te
escuchan. Sólo puedo decirte, con todas
mis fuerzas: ¡Gracias por dar espacio a mi
voz! ¡Gracias por regalarme tanta felicidad! Te estaré
eternamente agradecida… ¡hasta siempre, mi querida…¡¡¡RADIO!!!