Se había puesto la máscara que lo
ayudaría a desinhibirse y expandir su carácter retraído y tímido. Se miró al
espejo, y vio en él una imagen sonriente y pícara, ahora había que añadirle la
actitud, para dar vida a esa imagen.
¿Sería capaz?. Decidido, salió a la
calle a disfrutar de su reto. Caminaba por las aceras haciendo carantoñas a sus
propios vecinos.
Pensaba…: si supieran que soy yo dirían: ¡Realmente se
ha quitado la máscara!
Y es que a veces cargamos con una
careta toda la vida.