El matrimonio con tres hijos y la abuela y madre
de la esposa, vivían en una casa con patio central, a ambos lados del cual,
estaban las habitaciones y al fondo, la cocina con un horno detrás de la
puerta.
Irene, la segunda de los hijos, era una niña muy
inquieta y algo traviesa. Su bisabuela
sentía adoración por ella y pasaba todo el tiempo que podía a su lado y hasta
participaba en sus juegos.
Cuando la niña tenía apenas cuatro año, le dijo
un día a su bisabuela
-Siempre me acompaña una luz pequeña y brillante,
camina a mi lado y se marcha al acostarme y cuando despierto, vuelve a
aparecer.
Su bisabuela, sabiamente, le dice que es el ángel
de la guarda que cuida siempre de los niños mientras que, el resto de la
familia no hizo caso de los comentarios de la niña, por pensar que eran cosas
de la cría.
La bisabuela falleció cuando la nena tenía cinco
años. Ésta quedó muy apenada porque la
quería mucho. A partir de entonces, la
luz desapareció y la pequeña olvidó el suceso de la aparición.
Cuando Irene fue escolarizada, la luz volvió a
aparecer. La acompañaba a clase, siempre
iba delante de ella y, cuando bajaba o subía escalones, la luz lo hacía dando
saltitos. La niña se familiarizó con la
luz y le señalaba a sus compañeras por donde caminaba la lucecita brillante
pero, claro, las demás chicas no la veían y se reían de ella.
Un día, contó lo que le sucedía en una reunión de
mayores y una de las personas que estaba en la tertulia dijo
-Si quieres que la luz desaparezca, la mandas al
Teide.
Al día siguiente, la muchachita vio la brillante
luz y se le ocurrió gritarle ¡Vete Teide! y de inmediato la luz desapareció.
Al principio, la niña no dio importancia al
hecho. Entonces ella tenía diez años. Pasado el tiempo, ya jovencita, comenzó a
analizar el fenómeno y pensó que podía haber sido alguien del más allá que
necesitaba su ayuda. Le hubiera gustado
volver a ver la luz, para enmendar su error, pero eso no aconteció.
Este relato es sacado de la realidad. Me lo contó
la persona a la que le ocurrieron las apariciones. Ella falleció hace unos años. Yo siempre le dije que eso no podía ser real,
que serían fantasías de la niñez pero… ¿quién puede asegurarlo?