Dedicado a mi hermana
Veri.
Una noche de luna llena,
mi casa se alborotó. Mi casa, siempre
tranquila, no entendía nada. A mi hermana Isabel y a mí nos llevaron a casa de
mi tía. Por la mañana temprano, vinieron a buscarnos y mi tía fue quien nos
dijo que teníamos una hermana. La
alegría fue tremenda y nos pareció la muñeca más bonita: gordita, el pelo lleno
de rizos, coloradita y llorona para comer.
Fue creciendo tan
revoltosa como un huracán. En mi adolescencia, tanto para Isabel como para mí,
se convirtió en un tormento. Ella siempre estaba pendiente de si
hablábamos con chicos para decírselo a mamá, pero con la gracia que la caracterizaba,
no se podía una enfadar. Tenía el encanto de los bombones; dulces y un poco
relajona.