Nací en el año 1942, sólo tres años después de haber
terminado la guerra civil española. Como
era muy pequeña entonces, guardo pocos recuerdos de esa época de posguerra que
me tocó vivir durante los primeros años de mi infancia pero, algunos no se me
han borrado nunca.
Mi madre, muy temprano, me levantaba de la cama y me
llevaba con ella para hacer unas largas colas para comprar carbón. También recuerdo verla disgustada por no
encontrar la cartilla del racionamiento, sin la cual era muy difícil conseguir
alimentos.
Desde Fasnia, mis abuelos nos mandaban sacos de
naranjas, de papas y de todo lo que ellos cultivaban. Mi madre repartía las naranjas entre las
vecinas. Algunas iban a mi casa a buscar
algo de comida, “gracias a mis abuelos”, porque en la capital era muy difícil,
aún teniendo dinero, encontrar nada.
Ahora soñamos con viajar, con comprarnos ropa (aunque
tengamos los armarios llenos), con irnos unos días a un hotel, sin embargo, el
mayor sueño de mi madre siempre fue poner una venta y, cuando mi hermano tenía
dos años y yo cuatro, logró convencer a mi padre y pudo así ver su sueño
realizado. Aunque trabajaba mucho, era
muy feliz porque no nos faltaba nada en casa.
Una de las peores consecuencias de la guerra fue el
hambre, que duró varios años. Algunas
niñas de mi misma edad, vecinas nuestras, iban a pedirle a mi madre plátanos
maduros de los que ya no servían para vender y ella tiraba. No había nada envasado, todo era a granel y
las cantidades que se despachaban eran muy pequeñas: un cuarto litro de aceite,
medio kilo de azúcar, cien gramos de café.
Una vez, una clienta compró un huevo. Dijo que lo quería para el marido y al día
siguiente contó que el marido no se lo había comido y ella lo había compartido
con sus dos hijos. Lo dijo como si fuera
lo más normal: ¡que un huevo diera para tres personas!.
He contado todo esto porque ahora, cuando
continuamente nos estamos quejando de la crisis que nos ha tocado vivir en este
siglo, es bueno recordar que las hemos tenido mayores y, aunque es cierto que
hay muchas personas que lo están pasando mal, no llega a ser una crisis tan
generalizada como la que se vivió en España los años posteriores a la guerra
civil. Y si de esa logramos remontar, de
ésta, con la ayuda de Dios, el esfuerzo y la colaboración de todos, también lo
conseguiremos.