Presentaciones familiares I
El novio de
mi prima, una vez consolidada la relación, quiso formalizarla y, para ello la
pareja convino en que sus respectivas familias debían conocerse. Se pusieron de acuerdo para que, en primer
lugar, fueran los padres y hermanas del novio los que visitaran a la familia de
la novia. Por aquella época, los coches
no llegaban hasta la casa de mis tíos; se dejaban aparcados y, se recorría a
pie un trecho, por un camino de tierra, hasta alcanzar la vivienda. Coincidió que, el día convenido para las
presentaciones familiares, cayó un palo de agua y la vía quedó encharcada. En esas circunstancias, llegaron los
invitados, por supuesto, todos muy arreglados para la ocasión. Las hermanas del novio, calzaban zapatos de tacón
alto, que pusieron de pena con el fango del sendero. Para colmo, a una de las chicas se le ladeó
un pie y se hizo daño en el tobillo.
Llegó a la casa cojeando y con un fuerte dolor. Después de saludarse las familias, lo primero
que hicieron fue socorrer a la joven. Le
hicieron lo que pudieron pero, no se le calmaba el malestar. Para remate, el padre de la novia había
salido a practicar unas diligencias y aún no había regresado, por lo que
decidieron esperarle para comer todos juntos.
Al fin, llegó pero estaba un poco achispado. Después de las presentaciones de rigor, le explicaron
el contratiempo que la hermana del novio había sufrido en el pie. Él –como si de un profesional se tratara –con
absoluta seguridad, opinó.
-Esto no es
problema, yo lo puedo arreglar en un periquete –comentó mientras observaba el
pie con detenimiento. –La joven lo que tiene es un jeito y eso enseguidita lo
coloco en su sitio.
Y, ¡manos a
la obra!. Cogió por la corva, la pierna
de la chica con una mano y, con la otra, por el tobillo y se puso a moverlle la
extremidad de un lado a otro, mientras la muchacha, adolorida, exclamaba:
-¡Ay, ay,
ay! ¡Déjelo, que me duele mucho!- Él seguía
moviendo la pierna insistentemente al tiempo que comentaba
-Eso no es
nada, yo lo pongo en un santiamén.
Ella se
quejaba más y más pero, al ver que la cosa iba de mal en peor, optó por decir:
-Por favor,
¡déjelo ya! Se me ha pasado el dolor.
La pobre, no
vio otra posibilidad para que dejara de
manipular su pie. El resto de la tarde,
se quedó sentada en una silla sin decir esta boca es mía. Hasta el apetito perdió la muchacha.
Más tarde,
pusieron música en un tocadiscos y toda la familia, muy animada, se puso a
bailar sin parar, incluido el novio, que ya conocía las costumbres de la
casa. La única que se quedó dando
conversación a los invitados, fue mi tía, algo preocupada porque éstos no
participaban de la actividad familiar.
Apenas se movían de sus sillas y eran poco comunicativos.
Una vez
llegada la hora de la partida, se despidieron; unos más radiantes que
otros. La muchacha del percance en el pie, salió
disimulando su dolor y cojera, sin mucho éxito.
Cuando los
invitados llegaron al lugar donde dejaron aparcados los coches, el novio
preguntó, ilusionado, a los suyos.
-¿Qué les
pareció la familia de mi novia?
Uno de
ellos, en calidad de portavoz del grupo, contestó
-Son todos
unos locos, ¡vaya familia!. La única que
se salva es la señora, a los demás no hay por donde cogerlos.
Todo esto lo
contó el novio, después de casado.
La segunda
parte de esta historia, tuvo lugar cuando la familia de la novia fue a visitar
a la del novio. No se lo pierdan. Continuará…