Era una
reunión como cualquier otra, sin nada especial ni trascendente que la
diferenciara de otras.
La gente fue
llegando a cuenta gotas ya que el día estaba lluvioso y ventoso, no muy propio
para salir de casa, pero aun así, allí estábamos.
El presidente
de la comunidad fue leyendo los puntos principales que se iban a tocar en la
reunión. Una vez acabó, empezamos sin demora.
Las zonas
comunes y su mantenimiento, fue el primer tema a debate. Estaban en mal estado
y nos afectaba a todos, ya que quitaba valor a nuestra propiedad.
Como siempre,
se empezó hablando y se terminó discutiendo: unos echaban la culpa a los otros,
otros no querían derramas, otros no les parecía normal y pasaban del tema y yo
me sentía fatal.
No estaba nada
a gusto en el lugar; fui porque era mi obligación, pero en el fondo, sabía cómo
acabaría y me juré nunca más volver. Me quería ir y no podía, todos estaban
alterados y yo con un fuerte dolor de cabeza. Aproveché el momento en que
fuimos a ver el mal estado de los buzones para hacerme invisible. Me quedé
rezagada del resto, quieta, y en el
momento propicio, me evaporé.
Es un don que
tengo desde pequeña y abuso de él en muy pocas ocasiones, ya que no quiero ser
descubierta.