miércoles, 30 de abril de 2014

¡FELICIDADES, HIJA! de Amalia Jorge Frías

Dedicado a mi hija Mª Helena, 
en su 49 cumpleaños




Mañana, 1º de mayo, es uno de los días más importantes en mi vida, ya que en esa fecha fui madre por primera vez.  Mi felicidad se vio agrandada con la coincidencia de que se celebraba el primer domingo de mayo, el Día de la Madre, que hasta entonces había sido el ocho de diciembre; festividad de la Inmaculada Concepción.
Fue un día de gran alegría para toda la familia, tanto materna como paterna, ya que también era primera nieta y primera sobrina,  Enseguida se llenó la habitación de familiares, ávidos por conocerla, los cuales me felicitaron a mí, doblemente.
¡Qué rápido han pasado los años, Helena! Para mí se han ido en un soplo y para ti, cuando miras a tus hijos, ya dos hombrecitos más altos que tú, seguro que también.

Este cumpleaños es diferente a los demás; falta tu esposo que está lejos, aunque gracias  a la tecnología lo podrás ver y te deseará un día muy feliz entre nosotros, tu familia.  El próximo año y, quizás, muchos más, será al revés, porque seremos nosotros los que te felicitaremos por Internet, pero lo más importante es que siempre estaremos unidas con el pensamiento y con el corazón, porque nos unen los vínculos más grandes que pueden haber; los del amor entre familia que nada ni nadie podrá romper. 






martes, 29 de abril de 2014

TENERIFE-CUBA de Candelaria Díaz.







En los tiempos de Alfonso XIII, al principio del siglo XX, habíamos perdido el vino, la cochinilla, por lo que en el sur de Tenerife poco quedaba; sólo irse a Cuba.
Mi abuelo y dos tíos partieron a buscar fortuna a Cuba. Al tiempo, mi abuelo regresó con algo de plata, fabricó una nueva casa y compró más terrenos.
Sus hijos se quedaron por allá, uno se perdió de   vista por la provincia de Oriente, el otro, mi tío Pepe, hizo fortuna: era propietario del cine en Santa Clara, casó con una guapa mujer y tuvo dos hijos, pero… su mujer lo abandonó por otro amor y él se quedó con los niños.  Más tarde, pensó que los chicos necesitaban una madre, pero estaba escaldado, así que  escogió un bizca y coja, y no muy agraciada.
Más tranquilo, siguió con su rutina. Una noche, se encontró mal y regresó antes a su casa y se quedó tocado y hundido: la encontró en la cama matrimonial con otro.

¡Pobre tío José! Se rieron de él aquí y allá, no tuvo suerte y eso a pesar de que, por las fotos, puedo decir que era ¡bien guapo!.


LA CASA de Paula Lugo



Era una niña pequeña, sensible, frágil. Vivía en el campo con su familia.
Un día, mi padre nos pidió a mí y a mi hermana que fuéramos a visitar a un pariente enfermo. Por el camino, tuvimos que cruzar el monte, y cuando llegamos todavía era de día.  Todo iba bien hasta que llegó la noche.  En aquella casa empezaron a oírse unos ruidos extraños.
A la mañana siguiente, el pariente que nos atendía, al que fuimos a visitar, nos contó que unos años antes, allí había muerto una persona ahorcada.

Y como les cuento esto, también les confieso que mi hermana y yo no dormimos la noche siguiente, pensando en el ahorcado.  El recuerdo de aquella casa vieja, aún me aterroriza.


RANCHO de Elda Díaz



En la antigua crisis de la posguerra, a una familia como otras tantas  le tocó sobrevivir en medio de ella. Tenían cinco hijos, la cocina era de leña y  un rancho canario le servía de sustento por cuatro días. Todas las noches lo hervía y así mientras durara pues lo estaban pasando muy mal. El padre trabajaba en el muelle y todos los días se levantaba temprano y se iba para abajo.
Una vez, ya era de noche y el marido había llegado.  Se habían acostado todos, cuando la mujer fue a hervir el rancho.  Cogió lo que parecías ser  periódicos que encontró en la cocina, cuando se dio cuenta de que lo que estaba envuelto con ellos, eran billetes que el marido había metido en el horno. Dios parecía haberle dicho que el dinero estaba allí y casi se desmaya de la impresión.  Llamó a su hijo mayor y le pidió que contara. Éste lo hizo y resultó que era mucho dinero. Entonces, la mujer cogió los periódicos y los quemó. Cuando se levantó el padre, al irse a  duchar,  se acordó de lo que había escondido, y cuando fue a buscar el dinero, sacó la ceniza. Casi se vuelve loco pues decía que no era de él.  La mujer, tal como había hecho él, le ocultó la verdad, sólo que al contrario de su marido, con el dinero que ella sí guardó a buen recaudo, la familia tuvo para comer una temporada grande y… no precisamente rancho.





UN CAPÍTULO MÁS de Carmen Margarita.





Nos conocimos una tarde de verano tórrido pero maravilloso. Estábamos en una terraza de la alameda, mi amiga Tere y yo, cuando se acercó un simpático chico y preguntó si podía acompañarnos. Tere enseguida dijo que sí, se respiraba un olor a madreselva y jazmín que resultaba embriagador. Teresa y Jorge se entendían muy bien y el ambiente era propicio para poner su granito de arena al amor. Yo me alegré al verlos tan felices, me despedí porque a mí me esperaban. Pasaron unos días y los encontré.  Reflejaban destellos de felicidad.
Meses después, volvimos a encontrarnos, pero ya no reflejaban aquel brillo tan especial. Les saludé y les pregunté cómo les iba. Me dijeron que bien, que tenían muchos proyectos de futuro; les transmití mi alegría y nos despedimos.

Pasó un tiempo. Una tarde de invierno con lluvia imparable, entré en una cafetería a refugiarme y qué sorpresa, allí estaba Jorge. Nos saludamos y lo primero que me dijo fue:
- He cerrado otro capítulo de mi vida, me he dado cuenta de que una cosa son los espejismos de la ilusión y la belleza, y otra la convivencia.
Y yo me pregunté:
- ¿Cuántas veces habré oído esta reflexión?
Reflexión, por cierto, muy acertada.




MI AYER Y MI HOY de Lucía Hernández


Sobre el corazón, mi mano he puesto a pensar: así es mi nombre,  mi camino que busca una luz a ver si la encuentra, todos sabemos por qué mi dolor y aun teniendo pena, he cantado con amor. Cuando ves que amanece un nuevo día, das gracias al cielo por vivir y llevas el dolor con alegría.
Mi vida no ha sido muy fácil, he trabajado mi parte, en mi juventud vivimos en mi pueblo o sea Puntallana, La Palma, allí tenía muchas amistades, dos compañeras de estudio hicieron Magisterio, siempre conservamos nuestra amistad y como es normal tenían su escuela; algunas veces cuando alguna se enfermaba o daban a luz, me llamaban para yo sustituirlas; así estuve largas temporadas (cosa que hoy no se puede hacer).
Más tarde, vivimos en Santa Cruz de la Palma, allí me dediqué a coser; pasados los años, por mis circunstancias, hoy me encuentro aquí en Santa Cruz de Tenerife, gracias a mi familia,  porque si no fuese así, tendría que vivir en la soledad. Tengo varias personas y amistades que sé que me aprecian mucho, yo también les ofrezco mi cariño y mi amistad.
En la actualidad, participo en un Centro o Taller de Narrativa llamado “Flores del Teide”, en el cual me siento muy a gusto porque hay una convivencia envidiable, parece una familia, empezando por nuestra profesora, diremos que es un sol, y nuestra directora la luna, y el resto de compañeras estrellas. Por medio de todas ellas nos llenamos de luz, del día hasta el atardecer, y cuando llega la noche, deseamos que llegue un nuevo día.
Este taller es muy acogedor; nuestra amistad es un lucero que alumbra nuestras vidas,  allí se ríe y llora, se aborrece y ama, hacemos algún cuento para pasar algunos ratos alegres. De vez en cuando, hacemos alguna excursión en la que también pasamos buenos momentos. Espero que todas estas vivencias que disfrutamos con cariño, nos ayuden a recordar   poner siempre  todo nuestro empeño en estar felices y alegres.
Hoy dejo las rosas que llevo entre mis brazos, me olvido del día y de las horas, y sólo pido a Nuestro Señor que a todos nos dé salud y alegría para poder seguir  en este lugar de convivencia que nos alegra la vida.
Para todos deseo lo mejor y les ofrezco mi cariño que es muy sincero.



ÁNGEL DE LA GUARDA de Milagros.




“Yo voy a enviar un Ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado” (Éxodo: 23:20)
El Ángel de la Guarda es un ser inteligente dotado de una gran pureza y que actúa de puente entre Dios y nosotros. Es mi Ángel de la Guarda, estoy segura, el que actuó en este momento de mi vida.
Hace algunos años, estaba en obras la autopista del sur, a la altura de Caletillas, Candelaria, en el Km.13, saliendo de Santa Cruz. A las tres de la tarde, salía yo hacia Santiago del Teide, donde ese día me tocaba trabajar. Había una cola tremenda, pues a esa hora y ese día, solamente estaba abierto un carril  de la autopista, por lo que se detenía el tráfico de un lado, para que pasara el del otro  y así sucesivamente. Cuando tocó pasar el lado por el que yo venía, todos los coches lo hicieron a una velocidad que superaba la permitida. En esto, algo pasó delante de mí; no alcanzaba a ver, pero lo cierto es que se produjo un choque en cadena. Fue algo impresionante, ver todos los coches chocados, los cristales por los aires y, todo esto,  por delante y por detrás de mí. En este momento, algo o alguien me cogió por el cuello y me levantó por encima de todo aquello. Yo, mientras tanto, miraba por el retrovisor y veía el caos en todos los coches. De pronto, sentí como  me soltaron delante de todo el desastre. Ni a mí, ni a mi coche nos pasó absolutamente nada. Yo solo sentía la presión de una mano; podía contabilizar los dedos, mientras seguí conduciendo hasta llegar a Santiago del Teide. Aparqué donde siempre, junto al centro de mayores y, al abrir la puerta del coche, me desplomé al suelo. Estaba temblando; no me podía poner de pie.
Las señoras del centro me recogieron y, preguntando qué me pasaba, yo les contaba y ni yo podía creerme lo que contaba. Solo sé que la sensación de la mano en mi cuello la tuve varias semanas.

Si no hubiera estado allí mi Ángel de la Guarda, no creo que lo hubiera podido contar. Todavía hoy sigo agradecida e impresionada.


AMANTES de Milagros.





Gracias por hacer que me sienta querida, preciosa, irremplazable.
Gracias por amoldar tu vida a la mía.
Gracias por hacerme sentir que nada de lo que he logrado en la vida vale más que nuestro amor.
También, gracias por hacerme  sentir absolutamente única; que nunca, desde que comenzó el mundo,  ha habido una persona, como yo, en tu vida; nadie.

Amor, después de todo esto, decirte “Gracias”, ¡es tan poco!. Y, sin embargo, es lo único que puedo decirte… y… ¡que te quiero!.



FRUSLERÍAS de Dolores Fernández Cano.



En un glorioso día, envuelto por un silencio de acero, Hespérides se levanta con la sola idea de cambiar su destino. Necesita sentirse viva y para eso debe huir de su lugar de residencia. Ha escuchado, por medio de las ondas electromagnéticas que, frente a la costa africana, existe un archipiélago donde sus habitantes saben gozar la vida, más concretamente, en la isla llamada Tenerife. Ésta misma posee un carnaval, en el que sus gentes se disfrazan y pasean por las principales calles de la capital, Santa Cruz.  El menor Pluto, le aconseja que no se marche pues los peligros acechan fuera del espacio sideral.
Hespérides no le hace caso,  se prepara tomándose un buen desayuno. A continuación, sube a la nave intergaláctica, decidida a salir a la galaxia en la que se halla, prisionera de sus miedos.  Vistiendo un moderno traje de latón, que cubre  su voluminosa cabeza, por un bien colocado almete, intuye que pasará como una más del  pueblo. Todos creerán que forma parte de la fiesta, tal vez podía sucederle una simpática carnavalada, procedente de la algarabía.
La nave traspasa la atmosfera, dentro de breves minutos aterrizará. Hespérides se considera preparada para asumir riesgos, su corazón galáctico late con fuerza, a la vez que exclama:
 -¡Ya he encontrado un lugar para cumplir mi objetivo! ¡Eureka!.




EPÍLOGO de Mary Rancel






Recuerda perfectamente cuando empezó la tragedia, así mismo, el momento exacto en el que decidió cerrar aquel capítulo de su vida.
El hijo mediano del matrimonio estaba, desde hacía tiempo, dando la lata para que le compraran una moto. Los padres no querían, les parecía peligroso pero, el chico era muy insistente, no paraba con la misma cantinela. La madre -a espaldas de su marido- le regaló a su antojadizo hijo la ansiada moto con toda la dotación; recomendándole que fuera prudente y que, ambos, se lo comunicarían al progenitor en el momento más oportuno. El hecho tuvo lugar un sábado.
El domingo, el matrimonio salió a comer fuera –era su costumbre-. Al finalizar el almuerzo, de regreso a su domicilio, advirtieron que en la carretera estaba un coche de atestados y una ambulancia; en ese momento, recogían del suelo a una persona que colocaban en una camilla con el casco de moto puesto. La mujer, de inmediato, supo que era su hijo y comenzó a gritar. El marido, al verla de esa forma, le dijo:
-Te das cuenta lo peligrosas que son las motos?-.
Ella le reveló:
-Es nuestro hijo y la culpa es mía, le compré la moto sin tu consentimiento y Dios me ha castigado.
La madre subió a la ambulancia acompañando al joven; el padre le siguió en el coche. Por desgracia, el chaval ingresó cadáver en Urgencias del Hospital.
Esa señora sufrió una depresión que le duró años. Se sentía culpable de la muerte de su hijo. Su familia la consolaba diciéndole que eran cosas del destino.
Ella solía comentar que ese capítulo de su vida nunca lo podría cerrar pero, ¡se originó el milagro!; su hija se casó y, pasado un tiempo, tuvo un bebé. Ese nieto fue quien la sacó del pozo. Dedujo que por sentirse culpable del accidente no recuperaría a su hijo. Desde aquel momento, supo que tenía que cambiar de actitud y dedicar todo su cariño al pequeñín. Así comenzó otro nuevo e ilusionante capítulo de su existencia. No obstante, aquél trágico día permanecerá en su corazón y en su mente mientras le quede un hálito de vida.





CAPÍTULOS de Luisa Delgado Bello








No recuerdo que haya sucedido nada tan importante en mi vida como para tener que cerrar ningún capítulo. Ni tampoco tan importante como para tener que ponerlo en un libro. Lo que he ido contando en los escritos que he ido narrando durante el tiempo que hemos estado en clase de literatura, son vivencias que me han sucedido a través de los años de mi vida; unos más alegres y otros más tristes  pero, ninguno para tener que cerrarlo. Todos en su momento han tenido un porqué.



¿QUIÉN SOY ? De Luisa Delgado Bello





¿Quien soy?. Soy una mujer normal, morena, de pelo negro y ojos marrones. Me gusta el orden en todo momento, aunque algunas veces me altero sin saber por qué pero, al momento, no me cuesta nada pedir perdón (esto me pasa de higos a brevas).
Me gustan mucho las plantas; tener flores en mi casa. Esto me relaja muchísimo. Me encanta cocinar para que los demás coman.
Siempre, desde que me casé, he tenido a muchos de mis sobrinos estudiando en mi casa; nunca me  ha molestado que estuvieran con nosotros, para ellos, mi marido y yo hemos sido más que tíos.

Cuando nos reunimos y se ponen a mi alrededor, me fascina , para mí ellos son como mis pollitos y yo su mamá gallina.


REFLEXIONES de Milagros.




Por las mejores cosas de la vida, todavía hay que pagar. Ya sabemos que hoy, para tener cualquier cosa, tenemos que ir a la tienda y desembolsar por ello. La verdad es que todo tiene un precio. Pero si lo miramos bien, todavía hay cosas, y muy importantes, que son gratuitas y lo que es mejor; seguirán siéndolo siempre: el aire que respiramos, la amistad verdadera, la alegría, la paz, el sol, el mar, el canto de los pájaros, las flores del campo, el amor de unos amantes que se quieren de verdad, el amor que nos tiene nuestro padre Dios… Por todo esto y más, no hay que ir a ninguna tienda y pagar. Todas estas  cosas y muchas  más, es lo que nos ofrece la vida , por la que nunca tendremos que costear. Doy gracias por ello.


CAPÍTULO CERRADO de Natividad Morín





Se llamaba Amanda, y con 17 años, nunca había tenido novio. Una tarde, salía de la casa de su hermana mayor y se dirigía a la de sus padres cuando, por el camino, se le acercó un chico. Era guapo y con mucho palique; ¡le agradó!.
Todos los días la esperaba para acompañarla a su casa. Y así empezaron una relación que duró cinco años y después, se casaron.
Al poco tiempo, Amanda se dio cuenta del carácter de su marido. Era celoso, se enfadaba por cualquier cosa, no le gustaba que ella saliera sola, cada vez que lo hacía, le preguntaba ¿a quién viste? ¿con quién hablaste? Y así siempre.
Con el paso de los años, los problemas iban a más. Una noche, Amanda no aguantó más, cogió a sus hijos y se fue al hogar materno, los acogieron con preocupación y pena por los niños, que lo estaban pasando mal.
Al día siguiente, su marido la fue a buscar, le dijo que lo perdonara y que volviera a casa, que iba a cambiar. Ella  no le creía, pero él la convenció y regresó al hogar.
Pasaron los años, la convivencia se tornó insoportable; ya no había amor, sólo odio y rencor.
Los hijos se fueron marchando y ella quedó sola; ya no tenía por quién luchar.
Una noche, cuando él no estaba, hizo la maleta y se fue;  puso fin a su matrimonio y con él a su calvario.