Entro en el
tren y me acomodo en uno de los asientos laterales. Hay poca gente en el vagón. Saco el libro de relatos que acaba de regalarme
mi hermana mientras esperábamos en el andén, antes de despedirnos. Después de admirar sus hermosas
ilustraciones, comienzo la lectura:
“Vió como entraba en el vagón un extraño
hombre con gabardina y sombrero negros…”; en ese instante, una sombra hace
que mire por encima de mis gafas. Veo a
un hombre como el que detalla el relato y aunque me choca mucho, pienso que es
sólo una casualidad. Compruebo la
ilustración y… ¡no puede ser!: no es únicamente la ropa, es su fisonomía, su
cuerpo, todo…; es la viva reproducción de su imagen. Esto me inquieta profundamente. El hombre me mira y yo desvío la mirada hacia
el libro para proseguir la lectura:
“…lleva un maletín de cuero marrón y
zapatos del mismo color…”. Es manifiesto que los lleva
idénticos, ¿qué está pasando?. Ahora
estoy ¡frenética!, esto no puede ser verdad.
El individuo se despoja de la gabardina y toma asiento frente a mí,
mostrando un elegante traje gris oscuro con raya diplomática y, tal vez a causa
de su indumentaria, de pronto deja de ser un extraño ante mis ojos; muy al
contrario, comienzo a verlo como una persona distinguida y elegante. Con ademanes pausados y correctos, pone sobre
sus piernas la gabardina, y el maletín encima de ésta. Empiezo a sentir curiosidad. He dejado de leer pero, presurosa vuelvo al
relato, aunque apenas sondeo por encima para advertir que ¡todo! lo que ha
hecho este individuo es repetición exacta de los movimientos del personaje que
vive entre las páginas del libro.
El tren se
detiene en la parada. Veo como sube una
chica que llama la atención por su atuendo y singular belleza. Toma asiento al lado de mi enigma y se ponen a charlar animadamente. Es obvio que se conocen. Él abre el maletín y saca una flor roja que
la recién llegada recibe con sumo agrado.
Inquieta, repaso la lectura y…¡concuerda lo que leo con los hechos que
estoy presenciando!. En ese momento, el tren se detiene y llego a mi destino. Bajo con desgana. Me gustaría terminar el relato con hechos
reales y no con los escritos. Me
conformo, ya me enteraré del final
cuando termine el libro. ¡Anda!, esto sí
es casualidad; también se han bajado los protagonistas de mi historia. Él se acerca a mí y, cortésmente me entrega
una flor igual a la que le dio a la muchacha en el vagón. Ella me da un pequeño frasco con mi perfume
favorito. ¡No sé como reaccionar! ¡Todo me resulta tan alucinante!. Ante mi estupor, veo como se aproximan a la
escena mi hermana y mis amigas que, desternilladas de la risa, me cuentan que fueron ellas quienes tramaron
esta representación para felicitarme por ni onomástica. Extraña felicitación aunque, de lo más
intrigante y original.