Amaneció un día precioso.
Salgo para comprar el pan y me encuentro con mi vecina.
-Buenos días –le digo.
-Los tendrás tú porque yo no he pegado ojo por la Zulina que
tose y tose y todo por su fumadera… -me contesta irritada.
-Hay que jorobarse –contesto yo con interés.
-…Y luego, el jaleo de los macas: la hija se lio con un moro,
Mohamed se llama, y con los celos le echó ácido y le quemó las piernas y me
dijo que lo metió en el trullo –siguió contando la vecina.
-¡Mi madre, qué horror! – dije yo impactada.
-¿Y qué me dices del jaleo de la Pacho, con la Primi que dejó
al marido y se lio con el pescadero. La
Pacho, cabreada con los chiquillos, le gritó: ¡Si las gambas hablaran!
-¡Ja, ja, ja!- me reí - ¡Mira que eres cotilla, vecina!
-¿Sí? ¿No me digas? Y tú encantada de oírme…