martes, 20 de mayo de 2014

HORAS FELICES de Carmen Garcés





Nuestra memoria suele llevarnos, en un instante, a un viaje por el recuerdo.
Repentinamente, un aroma, un sabor, nos transporta a un instante preciso, a un lugar especial, casi sin darnos cuenta.
Uno de esos momentos, que  marcaron mi infancia, fueron las horas de las meriendas. Aún hoy sigo sin poder explicar el porqué.
Quizá sería porque era el momento en el que mis abuelos –con los que me crié-  dedicaban todo su tiempo sólo para mí, ya que el resto del día tenían que dedicárselo a trabajar y ocuparse de  la casa y de mis tíos, -ellos mayores que yo-.
Caigo en cuenta de que eran unas  meriendas  muy sencillas, pero a mí me parecían un manjar; un simple vaso de leche acompañando unas rebanadas de pan untadas de margarina con azúcar, o, una hogaza de paz recién hecho, con una onza de chocolate dentro era un verdadero festín. Aun hoy, en ocasiones, sigo disfrutándolos pues, a pesar del tiempo, no he podido renunciar a ellos.
Eran mis horas del día preferidas –mis horas felices- y las esperaba con impaciencia mientras, después de salir del colegio, jugaba en la calle con otros niños. En la actualidad, a pesar de haber pasado tanto tiempo, las recuerdo como si hubieran sido ayer.
Posiblemente por eso, procuré que las meriendas de mis hijos poseyeran esa magia, para que, ellos también, pudieran guardar los hermosos recuerdos de esas horas y que así, al igual que a mí, los acompañen toda la vida.
¡Espero haberlo conseguido!.




2 comentarios:

  1. Seguro que sí lo has logrado porque, si has sabido trasladar la magia de esas horas felices al papel de esta manera, ¿cómo no haberlo hecho fabricando para tus hijos tan bellos recuerdos?

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  2. Nostalgia de esas meriendas me da tu acertada y sabia narración.

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