Estamos en casa de mi suegra, que es un coñazo. Siempre repite que es la mejor cocinera y que siente que su hijo tenga que comer mi comida, que no he querido aprender y bla, bla, bla… Me pone de los nervios, es una absoluta pelma.
Tocan la puerta. Voy a abrir y, al hacerlo, descubro que es un hombre de cara triste que dice no haber comido. Lo hago esperar mientras voy a la cocina. Meto en una bolsa todo lo que pesco por allí y se la doy. El hombre se despide, dándome las gracias. ¡Dios!, ¿quién es feliz aunque sea Navidad, viendo a gente que lo pasa mal y teniendo una suegra como la mía?
Breve, sencillo, divertido relato de Navidad que, nos dibuja, con un siempre bienvenido toque de humor, las otras caras de unas fechas no siempre tan felices como se presuponen. Muy bueno, Candelaria
ResponderEliminar¡Que buena has estado! desde luego, que lo tuyo es la narración tal cual suceden los hechos, en estos tiempos difíciles que pasamos pero, tu le has puesto el punto crítico y también cómico. Me gusta mucho
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