Elena y
Miriam eran dos amiguitas; ambas de siete años de edad. Un día, estaban jugando en el jardín de la
casa de Elena, cuando la mamá de ésta la llamó para vestirla, pues iban a ir a
un cumpleaños. Cuando ya estuvo preparada, se dispuso a esperar con mucha
ilusión a su amiguita para que viera su nuevo vestido.
-¿Te gusta?-
le preguntó a Miriam al verla llegar, a lo que la niña contestó muy enfada:
-¡Estás
feísima y el vestido te queda muy mal!
Elena entró
a su casa con el asombro reflejado en su carita, mientras las lágrimas mojaban
su vestido nuevo. Despavorida, buscó a
su abuela para preguntarle por qué Miriam le había respondido de aquella
manera. Sin duda, la niña estaba
sufriendo su primer desengaño por una amistad.
La abuela le
pregunto:
-¿Tú le
hiciste algo?
-¡No!-
respondió Elena, entre sollozos- Yo
solamente quería que me viera guapa pero, ella me despreció y se fue a jugar
con otra amiga.
-Si tú la
trataste bien y ella te contestó así, sin duda es que te vio guapísima y sintió
un poco de envidia; no le pongas mucha atención.
Elena se
quedó pensativa y, al rato, buscó a la abuela y le dijo:
-Abuela,
¿sabes una cosa?, que el problema no lo tengo yo, lo tiene Miriam, y el
problema se llama envidia.
La abuela se quedó sin palabras y pensó que si
los mayores tuviéramos esa facilidad para entender las cosas, se resolverían
muchos problemas
Relato con matices de parábola, ya que su contenido nos quiere dejar una enseñanza.
ResponderEliminarEste pecado capital de la envidia es el que más prolifera en la humanidad, y como se puede comprobar, nace desde la infancia. Tu narración interesante, como todas las tuyas.
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