Era un chico
guapo, moderno que tenía muchos amigos.
Estudiaba en la universidad y era un buen estudiante, tanto que se
encontraba entre el grupo de los empollones.
Sus padres se sentían muy orgullosos de él.
Hacía unos
meses que salía con una compañera de estudios y los dos se veían muy
enamorados. Salían juntos para todos
lados por lo que despertaban la envidia de sus compañeros que, les acosaban a bromas. Pese a eso, ellos no podían ocultar que
estaban locos el uno por el otro.
Un fin de
semana, salieron a un pueblo cercano, donde los abuelos de él tenían una
casa. Allí pasaron unos días
maravillosos, solos con su amor. Cuando
volvían de regreso en su coche, otro se les echó encima y sufrieron un
fuerte impacto. En el accidente, murió
la joven y el conductor del otro vehículo.
El chico salió ileso.
Aunque ha
pasado un tiempo de todo eso, él no ha logrado olvidar la muerte de su amor y
vive con sus recuerdos. Junto a ellos,
se ha refugiado en la casita que fue testigo de su último día de amor.
Esta noche,
leyendo un libro al pie de la ventana, está triste. Desiste de seguir leyendo, cierra los ojos,
cierra el libro y se detiene a contemplar la luna redonda, su única compañera
aquella noche.
Buen intento para dar salida a un título que entrañaba cierta dificultad. Muy bien, Naty
ResponderEliminarEste encuentro fue muy bonito y el desencuentro muy penoso. Conozco una historia muy parecida.Tu relato me ha gustado mucho.
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