A
lo lejos se oye una música muy tenue que embelesa a cuantos la escuchan. Es de un joven bohemio cantautor que, de vez
en cuando, pasa por el pueblo para alegría de sus habitantes. La melodía se oye desde que baja de la
montaña y se introduce por el camino verde que va a la ermita, donde se venera
a la patrona del lugar, la virgen de la Esperanza.
Desde
que escucho la música salgo al camino para verle y hablarle. Es muy agradable y, ¡me gusta tanto…! Sé que él no se ha fijado en mí, pero…nunca
se sabe. En cuanto se acerca, salgo a su
encuentro y le digo:
-¡Hola!
Me encanta tu melodía, ¿puedes interpretarla para mí?
Él,
estupefacto, me contesta
-¡Vaya
con la niña! Ya veo que estás hecha una
mujercita y además con buen gusto musical.
¡Eso está hecho!, te voy a dedicar esta canción, es mi última creación y
le pondré tu nombre, ¿qué te parece?
Me
quedé de piedra, no sabía qué hacer, no me esperaba tanto. Por mi mente pasaron un sinfín de ideas. La principal era aquella de compararme con
una mujercita, inspiradora de su canción, además. Yo tenía quince años. Él podía tener treinta. Desde luego que yo era toda una mujer, aunque
mi familia me trataba como si aún fuera una cría.
Le
sonreí tímidamente y le dije, balbuceando
-¿De…verdad?
¿Pondrás mi… nombre a tu canción? ¡Me parece maravilloso!
-Pues,
claro que sí –me contestó–. Estaba
deseando ver a una chica guapa para poner el título a mi creación y, te ha
tocado a ti, que eres la chica más bella del lugar. La canción se llamará ¡Aurora! –como tú- lo
iluminará todo.
Desde
entonces, no he vuelto a verle. Supe de
oídas que marchó a países latinos, que ha tenido éxito y ha
cosechado premios y, poco más; con eso me he conformado.
Han
pasado diez años y hoy, precisamente, me entero por la radio de su regreso. Está en Madrid, viene acompañado de su mujer
y sus dos hijos. Su esposa en una famosa
actriz y se llama Aurora, y a ella le dedica mi canción. ¡Que incongruencia! Yo
lo espero, él me olvida. Ha sido mi
único y gran amor…platónico.
Hoy,
llena de tristeza, he vuelto a pasar por aquel camino verde que por el valle se
pierde, recordando mi amor. Las
margaritas, al igual que yo, lloraban de pena y las azucenas surgían marchitas,
ellas han sido cómplices de mi amor, ahora frustrado. A partir de este momento, nada será lo mismo.
Romántica y bonita historia atada a un, también, bonito y romántico bolero.
ResponderEliminarESTE BOLERO ES PRECIOSO, SEGURO QUE HA UNIDO MUCHOS CORAZONES.
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