El alfabeto se
considera a sí mismo como una clase aparte. ¿Qué es un tanto vanidoso y
engreído?, por supuesto que sí. ¡El muy petulante!, sabe que no sería factible
comunicarnos de una forma fluida y con
matices de no ser por él. Lo que no lo excusa, para estar siempre dispuesto a
ser usado, sin tener en cuenta razas, creencias, ni clases sociales.
El alfabeto puede ser todo lo jactancioso que quiera,
tiene todo el derecho del mundo a serlo. Es del todo necesario, preciso,
poderoso y asequible a casi todos los moradores de nuestro planeta. Los
racionales lo empleamos para que las letras rueden por el mundo y se forman
palabras, sílaba a sílaba.
Se han escrito obras
magistrales, convertidas en universales, gracias al alfabeto, si no fuera por
él ¿qué sería de esos magníficos textos?.
En la antigüedad,
rodaron los gestos, las palabras, los signos, los dibujos…pero, en nuestra era,
¿me quieren decir, qué sería de nosotros sin las letras del alfabeto? No quiero
imaginarlo.
Cuando escribo algo,
cada letra rueda en m i mente antes de ser plasmada en el documento,
configurando en mi imaginación una simple rueda de bicicleta que gira y gira
sobre su eje, una y otra vez, incansablemente, para seguidamente, transportar
lo escrito al lugar oportuno, sin dejar de girar al compás de sus antojadizas
ruedas.
Hagamos que la letra
continúe rodando, rodando y rodando… para que nosotros sigamos escribiendo,
escribiendo y escribiendo para la posteridad, por tiempo indefinido.
¡Qué buena analogía la que haces! ¡Qué no deje de rodar, pues, esa rueda de las palabras! Un abrazo, Mary.
ResponderEliminarEste comentario, como todos los tuyos, me llena de ilusión; me da aliento para seguir escribiendo. Gracias y hasta pronto
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