Cuando sucedió, fue una experiencia
frustrante. Yo contaba doce años y
estaba en el Colegio. Después de
transcurrir las primeras horas de la mañana, aprovechando el permiso para ir al
servicio, descubrí aquella sangre que fluía de mi cuerpo. Pensé que iba a morir. Sin atreverme a contárselo ni a las monjas ni
a las compañeras, ante aquel problema, opté por ocultarlo hasta llegar a casa,
si todavía estaba viva, claro.
Por fin, llegó la hora de ir a comer y,
ante mi sorpresa, mi madre ya me estaba esperando con el pañito y procedió a
explicarme que aquello era normal pues aparecía cuando nos hacíamos
señoritas. A partir de ahora, me dijo,
te visitará todos los meses.
Así resultó, mes a mes recibí la
incómoda visita hasta llegar a la menopausia pero, ésta no me pilló sin
preparación, porque me estuve documentando sobre el tema.
¡Hay que ver por lo que tiene que pasar
nuestro sexo femenino!
Experiencia con la que todas, sin excepción, detalle más o menos, nos sentimos absolutamente identificadas, Dolores. ¡Las maravillas de ser mujer!
ResponderEliminar¡Muy bien! Me parece muy interesante lo que comentas. Un saludo.
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