Cuando tenía once años, estaba en el
Colegio, Quinto de Primaria. Un viernes,
la profesora dejó como tarea para el lunes siguiente, estudiar las tablas.
Éramos veinticinco alumnas y ese día,
poco después de sonar el timbre, nada más entrar a clase, nos comenzó a
preguntar una por una. Cuando llegó mi
turno, me quedé en silencio. Le dije, lo
siento, pero no me sé nada, no pude estudiar porque mi primo me invitó a su
cumpleaños. Ella se enfadó mucho y dirigió
su mirada al escritorio. Sobre él tenía
una regla de unos cinco centímetros de ancho.
Me ordenó que pusiera las manos con las palmas hacia arriba. Con un reglazo en cada mano, me las dejó
marcadas, tanto que lloré y lloré…
-Esto es para que cuando seas adulta
recuerdes que si quieres triunfar en la vida tendrás que tener responsabilidad.
Bien contada esta anécdota personal que nos habla de los crueles métodos usados en épocas no tan lejanas. Los catalogo de crueles porque yo, personalmente, no estoy de acuerdo con el uso de la violencia en ningún caso y mucho menos como método educativo. Tal vez sea porque yo, como casi todos, fui víctima de tales prácticas.
ResponderEliminarLa actitud de tu profesora no fue nada humana, existen otras formas de reprender. En mi colegio no se usaba esa práctica. MªDOLORES.
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