Juan despertó
esa mañana cuando su madre le llamó para decirle que iba a salir de
compras.
Al quedarse solo
en casa, se puso a observar lo adornada que estaba. No faltaba ningún detalle: los arreglos del
salón, el Belén con el árbol, el destello de las luces que deslumbraban… ¿Dónde está eso que llaman el espíritu de la
Navidad?, se preguntó a sí mismo.
Entonces, se le ocurrió una idea. ¡Me gustaría pasar estas Fiestas con
mis tíos, que me han invitado varios años!
Cuando sus
padres regresaron, Juan se atrevió a pedirles si le permitían aceptar la
invitación. Ellos, al ver la ilusión que
esto le producía, aceptaron.
En su momento,
lo acompañaron a la casa de los tíos. Era
una familia con cinco hijos que vivía en una casa muy humilde. Al llegar, lo recibieron con regocijo, todos
lo agasajaban. En la cena, todos fueron
ocupando su sitio; a él le habían dejado presidir la mesa. Abrumado y, antes de sentarse, se dirigió a
ellos y les dijo:
–Me preguntaba cuál era el espíritu de la
Navidad y hoy lo he descubierto en la alegría de compartir lo poco o mucho que
tengamos, en ese compartir está la felicidad.
Bonito mensaje el que nos transmites con tu relato de Navidad, Cande. Un abrazo y ¡Feliz Año!
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