AROMAS DE MI NIÑEZ
Mi madre era natural de Fasnia, uno de los pueblos más agrícolas del sur, donde todo lo que se cultiva es bueno y de calidad.
En las vacaciones de verano, yo pasaba grandes temporadas con mis abuelos; así fue como, desde pequeña, empecé a conocer el campo.
Muy temprano, por la mañana, mi abuela me decía, coge el cesto, vete a la huerta y trae dos zanahorias, un bubango, unas cuantas habichuelas, un manojo de espinacas y una cebolla y así, todos los días. Yo me preguntaba ¿por qué tengo que ir siempre? y ya que voy ¿cómo no lleno el cesto?. Pero mi abuela insistía, trae solamente lo que necesito para hacer el potaje de hoy.
Cuando terminaban las vacaciones y regresaba a mi casa, le decía a mi madre que la comida de mi abuela era mejor. Ella sonreía y me explicaba que el campo da mucho apetito y la comida se valora más.
Aunque ha pasado bastante tiempo, sigo percibiendo los aromas de los guisos de mi abuela, para los que ella no necesitaba ninguna receta. Su único secreto era la rapidez con que iban los productos que yo traía, de la huerta a la cocina, y el gran amor que ponía en todo lo que hacía.
Hermoso relato que conecta maravillosamente con la propuesta hecha en clase: historias, memorias, relatos hilvanados a la palabra receta.
ResponderEliminar¡Estupenda comida! la añoro porque así eran los guisos de mi infancia y también recuerdo su sabor y su aroma.
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