La mamá erizo pensó que hoy era el día idóneo para
sacar a su hijo de paseo; lo mejor sería ir a la playa. Dicho y hecho. Prepararon su merienda y se fueron caminando
despacito. Al llegar, tendieron sus
toallas sobre la arena caliente y se pusieron a tomar el sol. Al darse la vuelta, el pequeñín sintió el
roce de la púa de su mami. Eso le hizo
gracia y, divertido, se puso a reír. Su
madre le imitó y los dos terminaron riendo sin parar. Fue un día festivo inolvidable.
Cuento infantil que, por lo ingenuo, sencillo, bonito y alegre, despertará sonrisas a niños y adultos, por igual. Por si esto fuera poco, ¡lo ilustras! con un dibujo muy simpático. ¿Qué más se puede pedir?
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ResponderEliminarQue bien sabes dorar la píldora, eso me gusta. Gracias
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