Ese vestido es para mí un recuerdo
imborrable; les cuento: tela viscosa, estampado ver mar, de tonos pastel… Lo estrené en un baile de estudiantes en la
Casa de Venezuela de Las Ramblas. Allí
conocí a un chico de Milicias, con su uniforme de teniente, un poco tímido,
cara de buena gente. Yo estaba
encantada. Cuando comenzó el baile, él
me tomó de la mano y bailamos. Él me
miraba y yo hacía lo mismo. Yo me dije, ¡esto
es cosa del vestido!.
Allí empezó algo, el tiempo se nos
hacía corto, paseando, yendo al cine, ¡era un sueño!. Lo fue hasta que un día pasó lo más
triste. Los compañeros de Luis, que así
se llamaba, me dieron la noticia: había sufrido un accidente mortal. Todo oscureció por largo tiempo. Guardé el vestido en un cofre con otros
recuerdos y hasta hoy, siguen allí.
Cosas del destino.
Aquel vestido se convirtió en una excusa para contarnos la verdadera historia, la del encuentro feliz y afortunado con el amor. Una historia dulce y melancólica que no deja indiferente. El final trágico de uno de sus protagonistas no ha apagado la llama de esa ilusión guardada, como aquel vestido, en el cofre de la memoria. Muy bonito, Candelaria.
ResponderEliminarEs una historia muy bonita pero a la vez muy triste. Me acuerdo de las Milicias Universitarias, alegraban el verano, con
ResponderEliminarsus elegantes uniformes y coloridos galones. Es una pena que desaparecieran. Mª Dolores.