Les cuento que no solían gustarme
los potajes de calabaza, sin embargo, aquella tarde empecé a verlos de otra
manera porque tenía que conseguir que su sabor tan insulso fuese algo tan
exquisito, como nada visto hasta el momento.
Saqué a la luz todas mis artes de
bruja culinaria rociadas con cariño y amor, que pronto aquello que era tan
simple comenzó a esparcir aromáticos olores, los cuales además de estar por
toda la casa, pronto llegaron a la escalera y a la nariz de mis vecinas, María,
Juana y Gertrudis, que rápidamente me tocaron al unísono a la puerta, curiosas
por saber qué estaba experimentando en mi cocina, ya que ese olor nunca jamás a
sus narices había llegado.
Cuando ya la poción estaba en su
completa ebullición, yo quería despacharlas no fuera que descubrieran mi secreto,
pero no hubo forma de deshacerme de ellas.
Así que no me quedó otra que
invitarlas a probar aquella “delicatessen”; mal que hice, pues entre un poquito
y otro poquito, las glotonas me dejaron sin mi potaje de calabaza. ¡Menos mal
que según fui echando a la olla, apunté los ingredientes! Y que no me pillaron
mis apuntes aquellas insaciables, porque si no… ya mi potaje no sería único…: ¡¡si
las conoceré yo, que todo lo quieren igual!!.
Una brujita cocinera muy simpática que nos ha hecho reír, aunque no quiera compartir la receta de su exquisito potaje de calabaza
ResponderEliminarAntidia, cuando hagas potaje de calabaza me lo das a mí, pues me encanta. Bromas a parte, tu narración me ha encantdo.MªDolores.
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