Todo empezó la semana de Navidad. Estábamos mamá y yo en el cuarto de baño: mamá se cepillaba el pelo y yo los dientes. De pronto, entró mi hermano Enrique y dijo
-Mamá, en la cocina hay un ángel
-Muy bien, guapo, muy bien- le contestó mamá. Tómate un vaso de leche que ahora voy yo a preparar el desayuno.
Enrique desapareció por el pasillo y mi madre me comentó
-¡Qué imaginación tiene tu hermano!
Yo no pude contestarle; tenía la boca llena de pasta de dientes.
De nuevo entra mi hermano y dice
-Mamá, el ángel quiere un té
-Dile que se lo prepare él mismo, que ponga agua a hervir- le contestó ella.
-Muy bien, dijo mi hermano- y se va mientras mi madre me dice
-Es mejor seguirle el juego ¿no te parece?
Entró Enrique otra vez
-Mamá, el ángel pregunta si tenemos té chino; el que hay en el bote no le gusta mucho.
-Dile que sólo tenemos ése. Si le gusta, bien y si no también.
Mamá me mira y dice
-¿De dónde sacará esas cosas tu hermano?
Entra mi hermano por cuarta vez
-Dice el ángel que si tienes mermelada para la tostada
-Está en la nevera
Mi madre se estaba hartando de aquel juego de mi hermano, cuando apareció otra vez Enrique
-Mamá, dice el ángel que si tienes mermelada de naranja amarga, que la otra es muy dulce
Mamá lo miró y no dijo nada.
-Pues vete a hablar con el ángel- digo yo
-Eso mismo voy a hacer- y se encaminó a la cocina.
Enrique y yo salimos detrás de ella y allí estaba: el ángel era un vecino que siempre se vestía de San Gabriel por Navidad.
Ingeniosa historia, muy divertida.
ResponderEliminarME PARECE MAGNIFICA TU NARRACIÓN ADEMÁS DE DIVERTIDA
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