SEMBLANZA
Este es un retazo de la vida de una vecina. Una mujer buena, muy creyente que tenía cinco hijos. En el tiempo de las raciones, la gente no tenía dinero así que se veían obligados a tener que esperar a que llegara fin de mes para proveerse de alimentos.
En una ocasión, llegada esa fecha, esta vecina llamó a su hija para que fuera a la venta a comprar lo que necesitaban. El caso es que la dueña de la tienda le dijo que no podía entregarle nada sin dinero. No tuvo más remedio que regresar a la casa y contárselo a su madre. En ello estaban cuando ocurrió algo inesperado. Tocaron por la ventana y al abrir el postigo alguien preguntó: ¿me estabas esperando? y le tendió la mano con veinte duros. Era Don Domingo Pérez Cáceres que, por aquel entonces, aún no era obispo. Ellas lo conocían desde hacía mucho tiempo.
La buena señora pudo, de esa manera, enviar a su hija de nuevo a la compra de las raciones. La dueña de la venta insistió en lo que le había dicho, que ella no podía darle nada sin dinero. Esta vez la hija pudo indicarle con orgullo que se las diera que ella tenía dinero para pagarle.
Esa vecina de la que hablo, años más tarde, se convirtió en mi suegra pues me casé con uno de sus hijos.
POR DESGRACIA SIN DINERO ES POCO LO QUE PODEMOS HACER, ES UNA PENA. AHORA ESTAMOS VIVIENDO UNA GRAN CRISIS Y OJALÁ NO LLEGUEMOS A LO QUE TU CUENTAS EN LA REALIDAD DE TU NARRACIÓN
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