Una vez, siendo
verano y estando en mi pueblo, mi madre nos mandó a mi hermana Irene y a mí, a coger un cesto de fruta; higos y uvas. Nosotras
cogimos los higos maduritos y de regreso, el cesto se nos cayó al suelo y toda
la fruta quedó regada y maltrecha. Cosas
de la juventud; a las dos nos dio por reír.
Decidimos entrar en una higuera ajena para robar los higos y volver a
casa con el cesto lleno, porque en nuestras higueras no había quedado ninguno
listo para comer. Mi madre tenía visita
en casa y les había prometido uvas e higos para postre.
Mi hermana y yo, entre las risas y el miedo por no
encontrar más fruta, nos reíamos y llorábamos al mismo tiempo. La encontramos y solucionamos el problema sin
decirle nada a nadie sobre lo sucedido.
Ahora, ya de mayores, si que nos reímos de verdad,
al recordar aquella travesura de juventud.
Me encantan estas historias tan auténticas y llenas de verdad. Memorias de un pasado que se vuelve a vivir al contarlo.
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