Cuando fui a la estación a coger el tren París –
Roma, avisaron por megafonía que venía retrasado a causa del temporal de lluvia
y viento que había dañado once líneas ferroviarias. Me armé de paciencia y me senté en un banco,
junto a una señora que iba a coger el mismo tren. Nos pusimos a hablar. Ella iba a Roma a cuidar a una hermana que
estaba enferma. Yo le conté que había
ganado el premio de un viaje y que me había decantado por Roma.
Ambas nos contamos la historia de nuestra
vida más inmediata y,
cuando las once líneas se arreglaron, las dos marchamos
rumbo a Roma, mucho más optimistas.
Hablar a veces resulta un pasatiempo, un consuelo o un bálsamo; o las tres cosas a un mismo tiempo. Eso parece contarnos tu relato, Carmita.
ResponderEliminarNo importa el retraso si tienes a una persona con quien conversar, eso es lo que te ocurrió y, el tiempo paso volando.
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