Al encontrarme desocupada,
disponiendo de tiempo libre, me coloco frente al espejo. Observo mi imagen
reflejada en él. Veo una mujer pequeña, baja de estatura, tanto que para
alcanzar los objetos colocados en alto, debo subirme en una silla o escalera de
mano. Esfuerzo una leve sonrisa, con la que me doy cuenta, que no poseo don de
gente. Soy sosa, visto modelos aburridos.
Bajo la mirada hacia
mis pies, para reconocer que son feísimos, menos mal que los oculto dentro de
los zapatos. Siento un cosquilleo en la nariz, entonces me fijo que es ancha,
espantosa. Reconozco también que soy pechugona, cuando llego a casa y me
despojo del sujetador, las tetas se esparcen por mi cuerpo, como si fueran la
Vía Láctea. Con un gesto de satisfacción exclaman, ¡qué alivio!, al fin somos libres.
Pongo fin a este
sainete, que ha sido un simpático pasatiempo, donde he situado mi caricatura en
otra dimensión.
Reírse de uno mismo es un ejercicio difícil aunque muy sano y tú te has aventurado en él de forma generosa. He de decirte que, al contrario de lo que piensas, de sosa nada, ¡mira lo gracioso que ha resultado ser tu autorretrato! . Buen trabajo
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este ejercicio que nos mandaste. Tuve la valentía de rediculizarme., no me importa, pues demostré mi sentido del humor. Gracias Isabel, por brindarme esta oportunidad.
ResponderEliminarSentido del humor te sobra para dar y regalar. Eres maravillosa en todas tus facetas.Te tienes que quererte más y más porque te lo mereces. Me ha encantado tu autorretrato.
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