Ana estaba ansiosa por llegar a su
destino. Al bajar del avión, no se lo creía, por fin estaba en Francia y desde
allí pasaría a Alemania y Austria. El viaje tenía todas las expectativas de ser
fantástico. Después de visitar estos
maravillosos países, estando ya en el último puerto, puso un mensaje, que
decía:
“Regreso sin encontrar
el amor, espero hacerlo la siguiente vez” y esperanzada lo metió en una botella
y lo echó al mar.
Después de los años, se lo estaba
contando a su amigo de Málaga, que escuchaba atónito.
-¿Dónde lo echaste?
-En Francia, en la
Costa Azul
El amigo, sacando un viejo papel del bolsillo, se lo
enseñó. Me lo encontré en la playa de la Malagueta hace un año.
¿Sería necesario viajar otra vez? ¿O
el amigo cambiaría de categoría y pasaría a ser el amor que buscaba? Después de todo era el destinatario del
mensaje.
Nada es por casualidad, por algo fue él quien lo encontró. Un relato que invita a soñar y a creer en los hilos del destino
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