Estaban extenuados, no sabían el
tiempo que llevaban navegando a la deriva, se les había acabado la comida y
casi no les quedaba agua. Ella no se encontraba bien, agotada, era normal en su
estado, el séptimo mes de embarazo. Tuvieron que huir de la guerra y la
miseria, por eso se encontraba en alta mar, a punto de morir en una patera, tan
frágil que apenas se mantenía a flote. De pronto vieron una botella flotando,
la cogieron. Había un papel dentro, lo sacaron y asombrados leyeron.
“¡A quienes encuentren esta botella
y estén leyendo esta carta testamento, son afortunados porque estoy enfermo y no
tengo herederos, les dejo mi casa, mis bienes y una cuenta corriente en el
banco, que si saben administrarla pueden vivir holgadamente para siempre!
¡Enhorabuena!”
-¡Oh, Dios mío! ¿será
cierto? ¡estamos salvados, viene un barco a rescatarnos! –dijo ella- ¡si
tenemos una niña la llamaremos Esperanza!.
Me encanta descubrir que al menos en la ficción los sueños se convierten en realidad, como en tu relato.
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