Soy un
trotamundos que vago solitario por las islas, siempre con mi casa a cuestas
como el caracol. En este justo momento,
salgo de la espesura del monte y me encuentro en un llano, idóneo para acampar
y pasar la noche. Echo un vistazo al
lugar, distingo una casa devastada por el paso del tiempo. Tiene el techo hundido, unos pedruscos y
algunos arbustos a su alrededor. Está
anocheciendo y las sombras dan un aspecto lúgubre al lugar. Monto mi pequeña tienda de campaña, tipo
iglú, hago una hoguera para comer algo caliente y, a la vez, disuadir a las
alimañas que puedan rondar por el entorno.
La oscuridad se hace cada vez más tenebrosa. El único resplandor es el que surge de la vacilante
llama de la fogata que, de vez en cuando, arroja un poco de claridad al lugar,
proyectando extrañas formas sobre la casa en ruinas. Hace solo unas horas que he acampado y, ya
estoy deseando que llegue el alba.
En
una de esas veces en las que se ilumina la zona, creo ver entre los escombros
de la vivienda, una figura humana. Quedo
expectante, agudizo los sentidos y escucho un rumor de pasos cautelosos y la
respiración agitada de una persona. En
este instante, la flama de la hoguera vuelve a iluminar la casa derruida y
compruebo la presencia de una mujer acercándose; lleva el palo en la mano
derecha y una piedra en la izquierda. Me
quedo inerte, como una estatua.
-¡No
tengas miedo, no te alarmes! –exclama la mujer –Yo no te haré daño-
recalca. Sólo quiero el dinero que
llevas encima y que me dejes la tienda de campaña, pero… si no lo haces, no sé
qué será de ti, ni de tus pertenencias.
Enarbola
el palo que porta en su mano, con la intención de arrojarlo contra mi cuerpo y,
estremecido, voceo:
-¡Señora,
puede quedarse con todo!
Trago
saliva y, con el miedo dentro de mi, añado:
-¡Dinero
no llevo, puede comprobarlo!
Estoy
temblando de pánico. Como si fuera un
resorte, me levanto de la piedra donde estoy sentado y, sin pensarlo, salgo a
todo correr, sin mirar hacia atrás en ningún momento y diciendo para mis
adentros que… ¡una retirada a tiempo vale más que una victoria!.
Narración en primera persona donde, finalmente, el personaje más alejado del lugar común, resultó ser el más inocente, frente a la figura femenina, supuestamente más frágil, que acabó siendo un personaje peligroso y temible. Muy bien, Mary
ResponderEliminarYa no recordaba esta historia y me sorprendió el comienzo, luego, hice ejercicio de memoria y supe que la había escrito. Gracias por su publicación
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