Había cumplido 18 años; se consideraba mayor de edad y quería
trabajar. Sus padres no se lo permitían, pero sabía que era la mejor excusa que
tenía para salir de la casa y empezar a ser ella misma. Deseaba ver hasta donde
era capaz de llegar sin la ayuda e influencia de sus padres, conocer otra vida;
y aunque era consciente de que todavía estaba verde como persona, quería
intentarlo, recorriendo su propio camino.
Lo consiguió, y gracias a esa decisión, encontró la felicidad
de la que aún disfruta todavía.
Breve, conciso este retrato de la vida misma que perfila perfectamente la hazaña de crecer, de pasar de ese verde inquieto y voluntarioso, a la pausada madurez. Tan largo y tortuoso camino, como maravilloso es el vivir… ¿verdad, mi querida Amalia?. Un abrazo enorme.
ResponderEliminarUn trozo de la realidad que a todos nos ha tocado vivir, contado de una manera precisa y hermosa. Felicidades Amalia, muy buen relato.
ResponderEliminarCorto, pero preciso y contundente, me ha encantado.
ResponderEliminarBegoña Hernandez.
ResponderEliminarEl empuje de la vida pasa por encima del exceso de algunos padres a que sus hijos inicien y aprendan a volar solos...Muy cortito pero muy bien expresado y el mensaje llega claro y contundente..Un abrazo y ha continuar por el camino de las letras.