Es una hermosa noche de verano. Me apetece salir a
pasear por el viejo pueblo donde habito, contemplar las altas casas y ver los
balcones abiertos, donde muchos de mis vecinos, están asomados, disfrutando del
aire fresco que viene del mar.
Cruzo la ancha plaza que a esta hora permanece
desierta, me detengo a mirar los bancos de piedra, y la imaginación me hace
retroceder en el tiempo; ¡cuantas horas de mi vida he pasado sentada en esos
bancos!. Primero, con mis padres, cuando era niña y ellos aprovechaban para descansar,
luego con mis amigas, mientras charlábamos, al mismo tiempo que escudriñábamos
a los que pasaban; sobre todo para que no se nos escapasen los chicos que a
nosotras nos gustaban, por último, con mi novio; ¡cuantas ilusiones y cuantos
secretos podrían contar esos bancos, si hablaran!.
Sigo paseando; sola, sin miedo, iluminada por la
esfera del reloj de la torre de la iglesia y acariciada por el reflejo de la
luna llena.
¡Sí!. Creo que ha sido un gran acierto salir esta
noche de mi casa; necesitaba encontrarme con mi soledad.
Hermoso encuentro. Sin duda, la belleza y la profundidad de unos preciosos versos como los de Antonio Machado, son siempre fuente de inspiración. Me ha encantado.
ResponderEliminarEvocadora historia, tanto si es real como si no, es preciosa.
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