Ha anochecido. Andrea, frente al espejo de su tocador, se viste con sencillez, a continuación retoca su hermosa melena rubia. Ya dispuesta, sale a dar un paseo por la anchurosa plaza del viejo pueblo donde ha fijado su residencia.
Va meditabunda, como un fantasma, dejando a su paso bancos de piedra, evónimos y acacias, que dibujan sus negras sombras en la arena blanca. En el cénit, la luna brilla, alumbrando el camino de sus penas. A lo lejos, en la torre de la iglesia, la esfera del reloj iluminada, recordándole que el tiempo se acaba, para tomar la decisión de dar por finalizada la relación que la está consumiendo y humillando.
En lo recóndito de este viejo pueblo, con añoranza, contempla sus altas casas, luciendo los balcones abiertos, ocupados por sus inquilinos, que asoman los sudorosos cuerpos para refrescarse del calor veraniego.
Andrea, siente el deseo de comenzar una nueva vida, alejada del monstruo que la hundió en el oscuro pozo de su alma.
Tras echar una mirada a su alrededor, Andrea intuye, que cada final, puede ser un punto de partida.
Volver a empezar. Borrar lo malo, para comenzar una nueva vida, vacía de horror. Un excelente relato para este día contra la violencia de género.
ResponderEliminarMuy apropiada tu historia para la celebración del día contra la violencia.
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