Pensó que si colgaba la
herradura , algo extraordinario sucedería.
Manolín se la había encontrado cuando jugaba en el parque. Se hallaba entre las flores, brillaba con
esplendor. Sin dudarlo la cogió pues
sabía, por lo que cuentan, que representa la buena suerte. La colgaría en la puerta de su casa para que
volvieran las espléndidas relaciones.
Últimamente sus padres discutían mucho y él no lo soportaba. Sí, no había más que decir, distraídamente echó
una mirada a su alrededor para observar que nadie lo vigilaba. Con disimulo, la guardó en el bolsillo
izquierdo de su pantalón y, rápidamente emprendió el camino hacia su casa,
rebosante de alegría…
No dudo de que algunas supersticiones nacieron del deseo de que la realidad cambiara, de otorgar a las cosas de una magia imposible. Esa sensación subyace en tu relato y yo, que dudo del poder de las herraduras –para mi desgracia– no puedo dejar de sentir ternura y lástima por este Manolín camino de su casa, esperando que sus padres vuelvan a amarse gracias al poder de una herradura. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarPoco tengo que añadir a tu interesante relato. Se creo o no; a veces, lo malo o lo bueno que pase lo podemos atribuir a nuestras propias creencias.
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