Celso y Tobías se conocieron en la
peluquería a donde acuden. Entre los dos nació una gran amistad. Como Tobías es
escultor, propuso a su amigo esculpir su torso. Para eso, le invitó a su casa,
donde tiene instalado el taller.
Una tibia tarde, Celso dirige sus pasos
a la casa de su amigo. Ya en el estudio, tras unos minutos de sesión, percibe
un ambiente de irrealidad que le confunde. Tobías en cambio, tranquilo,
confiesa a su modelo el deseo de entablar una relación más íntima, a lo que
Celso, algo turbado, contesta que es imposible, pues él ya está comprometido.
Disgustado decide marcharse. Con un gesto serio, se despide, quedando en el
aire una interminable espiral de culpabilidad, que el escultor asume desolado,
mientras continúa perfilando su obra.
Malentendidos que conducen a que una buena amistad se quiebre. Devaneos que llevan a la culpa, culpa que lleva al artista a culminar su obra. Al final, el arte nos salva.
ResponderEliminarEn estos tiempos escuchar una proposición de esta índole es de los más natural. Hubo , no hace tanto,que eso fuera un escándalo público.
ResponderEliminarMuy bien llevado tu relato, al final nos deja la duda de si ambos tienen la misma inclinación o, si son opuestas. Me gustó mucho Dolores.
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