Ha terminado la carrera de
enfermero, le gusta ayudar a los demás. Para sus padres, habría sido una
satisfacción que hubiera hecho medicina, pero la muerte de sus progenitores se
lo impidió, tuvo que ponerse a trabajar.
Era un chico valiente y con las
ideas claras, eso se lo debía a su madre, hizo enfermería que era más corta y
económica, y terminó con matrícula. Sus profesores estaban muy orgullosos de
él, ¡Ahora falta que encuentre trabajo!–les decía él-, ¡No te preocupes, seguro
que pronto lo encontrarás, eres un chico responsable y profesional, te
echaremos una mano! –le dijeron-.
Pasaron unos meses, el joven estaba
desesperado. Un día, el cartero le entregó una carta certificada; la abrió.
Venía de Barcelona, estaba nervioso, la leyó y dio un grito de alegría ¡ya
tenía trabajo! Solicitaban sus servicios en un renombrado hospital de
Barcelona. ¡Gracias, Dios, papá, mamá por echarme una mano! Le pareció oír en
la lejanía una voz ¡Te lo mereces!.
Esfuerzo recompensado. En esta época donde conseguir un buen puesto de trabajo se ha convertido o en un imposible o en una odisea, ha de celebrarse con bombos y platillos cuando se logra encontrar uno donde se pueda ejercer la profesión o el oficio para que el uno se preparó con tanto sacrificio.
ResponderEliminarNati, no te preocupes, seguro que el chico encnuentra trabajo como efermero. A mi ratita presumida, se lo ofrecieron
ResponderEliminaren el Hospital Universitario. Mª Dolores.
¡Sacrificio recompensado! . Es una maravilla escuchar en estos tiempos la palabra "tengo un trabajo" y tu has conseguido que la escuchemos.
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