Añadió
un poco de veneno al vino; era la mejor forma que se le ocurrió para poder disimular
aquel sabor tan fuerte. Con la copa en
la mano, se sentó en el sofá y estiró los pies, cómodamente recostado. Dio un sorbo a la copa y comprobó que el
sabor de reserva del 90 prevalecía por encima de todo.
A
diferencia de cómo había vivido su vida y una vez tomada aquella trágica decisión,
iba a hacerlo con estilo y buen gusto, a pesar de que, en el fondo, estaba
convencido de que no era la mejor opción… Así ya no haría sufrir más a nadie y
con suerte, incluso puede que alguien sintiera pena por él, aunque sólo fuera
por un instante...
Relato que admite doble lectura. Está narrado de tal modo que el lector duda si el que cuenta es el verdugo o la víctima, o si por lo que parece, ambos son la misma persona.
ResponderEliminarSiempre tenemos deseos de que la victima sobreviva, no se si es el caso. Pena desde luego que da, como bien dices tú , "al menos por un instante". Muy bien desarrollado este relato a partir de un inicio impuesto.
ResponderEliminarMuy buena idea la de envenenar el vino. Te va la novela negra. Estupendo relato. Mª Dolores.
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