Conocí, cierto día, a
una excelente vendedora a quien le adquirí varios productos de los que me
ofreció, creyendo a pies juntillas en
las cualidades prodigiosas de los mismos.
–En cuanto comiences a
usar estos cosméticos –me dijo –notarás casi al instante la diferencia en tu
cara y en tu cuerpo, estarás más guapa y
resplandeciente, tu piel se volverá tersa como la de una niña de corta edad y
tu morfología se tornará esbelta, con la agilidad de una joven deportista.
Me embadurné durante
algunos meses con los artículos conseguidos gracias a mi candidez pero…, nunca
llegué a comprobar los maravillosos resultados prometidos por la
vendedora.
Con la experiencia,
conseguí adivinar que, a mi edad, hay cosas que no son realizables. En definitiva, lo que compré fue una cantidad
sustancial de vanas ilusiones.
Encantadores o encantadoras de serpientes son algun@s que, si se lo proponen, nos venden lo que no tienen, mucho más las ilusiones que son tan apetitosas que casi se venden solas. Muy simpático relato
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo, existen cremas que da resplandor a la piel, que por supuesto, también hay que cuidarla.
ResponderEliminarMªDolores.
Entre las vendedora como en todas profesiones. También existen personas serias y buenas. Profesionales. Hay veces que vender ilusiones es hacer una buena venta si eso ayuda a que la persona que compra sea feliz.Como siempre has plasmado tú idea maravillosamente.
ResponderEliminarEntre las vendedora como en todas profesiones. También existen personas serias y buenas. Profesionales. Hay veces que vender ilusiones es hacer una buena venta si eso ayuda a que la persona que compra sea feliz.Como siempre has plasmado tú idea maravillosamente.
ResponderEliminarBueno, para ser un buen vendedor la mitad es estar convencido de las maravillas del producto que vendes, la otra mitad es que el comprador se convenza. Si alguna de estas mitades falla, no habrá venta. A mí me acabas de vender tu escrito...
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