Rosario se
había levantado esa mañana llena de ilusión y con mucha energía; ¡qué lejos
estaba de imaginar lo poco que iba a durar su alegría!. Tocaron a la puerta, y
al abrir, se sorprendió al ver a su novio tan temprano: vengo a buscarte para
ir a dar un paseo porque quiero hablar contigo, fueron sus primeras palabras de
saludo. Ella se quedó entrecortada, le dijo que esperara un momento para
decírselo a su madre y acto seguido sin cambiarse el traje azul que llevaba y
soltando el libro que en aquel momento había cogido para limpiarle el polvo, se
dispuso a salir con él, a pesar de lo impropio de la hora.
Su corazón
empezó a latir más deprisa, mientras esperaba que se decidiera a hablarle;
presentía que algo muy grande iba a cambiar el curso de su vida. Por fin, él,
armándose de valor, le dijo he recibido esta carta de mi madre donde me
comunica que mi padre ha muerto, por lo cual yo me tendré que marchar a Canadá
para hacerme cargo de sus negocios, pero no podré hacerlo si tú no me acompañas,
ya que eres lo más importante en mi vida, y sin ti no sería capaz de emprender
esta gran aventura.
Rosario
respiró y su corazón empezó a normalizarse de todos los pensamientos que había
tenido en esos instantes, ese era el más maravilloso de todos.
Y sin contar
con nadie y sin mirar atrás, le dijo que sí, que ella iría con él y juntos
crearían la vida que habían soñado.
Sin mirar atrás, con la vista puesta en el futuro. El relato empezó haciéndonos creer que el final no sería feliz; nos equivocamos. El lector disfruta equivocándose. Me gustó.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu relato, es reflejo de la vida misma donde, en muchas ocasiones, tenemos que tomar decisiones dejando cosas importantes en el camino, para obtener lo que queremos y no mirar atrás. Te felicito Amalia.
ResponderEliminarHasta casi el final del relato estuve en ascuas esperando por la noticia, al conocerla me quedé relajada. Felicidades..
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