La máscara es una palabra muy
amplia. Hay muchas máscaras, la del zorro, la máscara de hierro, la de buzo, la
máscara de oxígeno, las máscaras de los carnavales de Tenerife que son unos de
los más famosos.
Los que me gustan son los de
Venecia, son muy célebres en todo el mundo. Estos carnavales con los antifaces
que les cubre la mitad del rostro, las mujeres con unos vestidos tan lujosos y
las pelucas son fantásticos. Ellas cubriéndose el rostro para que no las
reconozcan y poder coquetear y provocar interés en los hombres y ellos también
se cubren para no ser reconocidos y poder ligar con las jóvenes y bellas
mascaritas.
También está la máscara que nos
ponemos para ocultar problemas, desengaños y tristezas, de modo que no nos
dañen, aunque esta máscara es difícil de utilizar porque se nos cae y quedamos
con los problemas al descubierto y se ven las tragedias personales, finalmente.
Vivimos entre máscaras, pareces decirnos: las ajenas y las propias, las que nos protegen y las que nos esconden, aunque todas terminan por caerse algún día.
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