Conocí a una amiga cuyo nombre es
Nora, que llevaba puesta una máscara. Un día, conversando con ella, sentí la
curiosidad de preguntarle el por qué se cubría el rostro, y me dijo: voy a contarte mi secreto, por ser mi amiga.
Cuando era joven, conocí a una persona
que me impactó mucho, tuvimos una bonita amistad y surgió el amor. Me propuso
matrimonio y acepté encantada, fijamos la fecha de la boda y todo estaba
organizado, la iglesia bien arreglada y llena de invitados, pero no sabía la
sorpresa que iba a tener, me dejó plantada, nunca llegó y avergonzada salí
corriendo. Llegué a mi casa, me quité el vestido, cogí un mechero y lo quemé
pero, me dejó la marca, mi rostro desfigurado y es por eso que siempre la he
llevado a partir de entonces.
Nos dimos un abrazo y le dije, gracias por
confiar en mí, a lo que me contestó que no confiara en los hombres, que son
unos mentirosos que de alguna forma nos dejan marcadas para siempre.
Dura experiencia la de Nora. Es fácil entender por qué dejó tal huella en ella. Nos lo has contado de modo que, quien lo lee, se siente cerca del dolor que pudo sentir la protagonista de la historia. Buen trabajo.
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