Por fin sé
quien era el que convivió conmigo y con todas las lavadoras que he tenido, que
no han sido pocas; tengo muchos años y cinco pares de pies. Yo no sé si a alguien le aparecían los
calcetines desaparecidos, a mi no. Tenía
un ramillete de ellos sin casar y cada vez añadía alguno más. Ese bandido debía hacer negocio con ellos, si no, fíjense
en aquellos que siempre los llevan distintos: unos con rayas, otros de lunares
o lisos. Ya tú ves, bragas y
calzoncillos no deben ser de su agrado; yo al menos nunca los he echado de
menos, y si alguno desaparecía es porque se los quitaban en otro sitio (ahora
ya no están, se fueron hace mucho mucho tiempo). Sin yo saberlo, eras un miembro más de la
familia. Ahora debe estar instalado en
otros hogares donde se estarán preguntando por qué desaparecen los
calcetines. Duende, más que Duende,
listo duende de los calcetines.
La gracia y el sentido del humor andaluz está siempre presente en tus relatos. Muy bien
ResponderEliminarMe divierte tu modo de expresarte y tu ingenio.
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