Como ya les
conté en otra ocasión, mi madre venía a Santa Cruz a vender sus trabajos de
rosetas canarias. En esa época teníamos
unos familiares que vivían en la capital.
Ella aprovechaba y se quedaba un par de días más con ellos, para ir al
teatro, que era una cosa que le encantaba.
Nosotros nos quedábamos con mi padre en el pueblo. Él se ponía enfadado porque le parecía que
tardaba mucho en regresar y nos decía: ¡cuando llegue la mato!. Pero, cuando mi madre llegaba, ahí estaba él
con los brazos abiertos para llenarla de besos.
Mi padre era el esposo más enamorado de su mujer del mundo.
Yo siempre
soñaba con encontrar un hombre que se pareciera a mi padre y, vaya si lo
encontré. Mi marido era un calco de mi
padre o quizá mejor.
Emotivas memorias, llenas de admiración por aquellas personas que amamos. Muy en la línea a la que me tienes acostumbrada. Ojalá te animes a seguir sacando a la luz tan bonitos recuerdos.
ResponderEliminarMe voy metiendo en tu vida por tus emocionantes relatos llenos de amor. Me encanta el modo en que narras las experiencias vividas. Un abrazo.
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