En tiempos de la guerra, siendo yo muy pequeña, estaba un día jugando con mis amiguitas cuando una de ellas me dijo:
-Anoche, cuando mi padre llegó a casa, mi madre tuvo que levantarse a hacerle un agua.
Yo, como no veía más allá, le contesté:
-¿Le dolía la barriga?
-¡No! es que venía muy disgustado porque había ido con los guardias civiles a un barranco. Llevaron a unos jóvenes, les hicieron abrir el hoyo y después de matarlos, los enterraron en él.
¿Merece castigo este crimen?, me pregunto yo hoy. Estos criminales iban a las casas donde estaban estos pobres chicos durmiendo junto a su familia y se los llevaban para matarlos. ¿Cómo podía ser el dolor de sus padres? ¿Podrán perdonar algún día? ¡No! porque el cariño y el dolor de unos padres es muy grande.
No sé si estos criminales habrán recibido el castigo que se merecen en este mundo, pero sí el divino, pues de seguro, habrán ido de cabeza al infierno.
No debería haber crimen sin castigo.
Me encanta que salgan a la luz esas historias atadas a los recuerdos de la guerra que, aunque terribles, merecen ser contadas
ResponderEliminarLas guerras son terribles y supongo que ambos bandos harían barbaridades. Para esta clase de cosas no creo que exista el perdón.
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