Había una vez un hombre, siempre
vestido de amarillo. Muy imaginativo,
pasaba las horas dando vueltas sobre una misma idea: cuán felices debían ser las mariposas monarca,
tan bonitas y coloridas y qué bien debían pasarlo entre flores, colores y vuelos.
Así fue hasta que, finalmente y
pasado un tiempo, el hombre de amarillo pudo cumplir su deseo de ir a Méjico, donde
suelen parar esas mariposas antes de emigrar.
Ya estando cerca de ellas, las mariposas, como si de un igual se
tratara, se pusieron a volar con tal intensidad que el hombre, salió
volando por los aires al compás del vuelo de sus amigas. ¿Saben ustedes qué
ocurrió?. Pues sucedió que, a partir de
entonces, no se le ha vuelto a ver.
Este relato tuyo, Mary, es un excelente ejercicio de imaginación lleno de velada poesía y atmósfera onírica.
ResponderEliminarCada vez que veo una mariposa miro fijamente, para ver si reconozco en alguna de ellas al hombre de amarillo.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=fQk4AyXdq7k
ResponderEliminarQuerida Mary, cada vez me asombras más, con tú gran imaginación, parece tan real que tú misma te lo crees. un abrazo y Feliz Año Nuevo.
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