Hoy me dio por ir a
poner algo de orden en el cuarto trastero.
¡El pobre estaba hecho un desastre!.
Las cosas apiladas unas sobre otras; allí no había quien encontrara
nada. ¡Pues, manos a la obra!. Entre mi
marido y yo sacamos todo, para enseguida organizarlo un poco y tirar a la
basura las cosas sin utilidad. Al fondo,
apareció, tapado con una sábana vieja, un mueble que ya no recordaba. Era una máquina de coser marca Singer –la de
mi madre – la única que tuvo en toda su vida.
¡Hay que ver la
caña que le dio!. Mientras yo fui
pequeña, mi madre me hacía toda la ropa.
Ella terminaba una pieza y comenzaba otra con mucha ilusión. Le gustaba la costura y diseñar los modelos
que confeccionaba. Disfrutaba mucho
haciéndolo. Las vecinas que no tenían
máquina de coser, iban por las tardes a hacer sus pespuntes, luego tomaban café
y charlaban de sus cosas –los más pequeños no participábamos de esas tertulias–.
No pensaba yo que
hoy me pudiera emocionar como lo he hecho, al ver ese mueble antiguo abandonado
en el trastero pero, verlo me recordó a mi madre, a mi infancia, a mi ropa…, a
tantas cosas… Sentí apego a ese mueble a
pesar de que no me gusta la costura. No
fue por la máquina en sí, sino por mi madre y por lo que representó para
ella. Siempre decía que era el mejor
mueble de la casa, el más útil y el que más satisfacciones le originaba.
Limpié la máquina
de coser y la volví a tapar con la sábana.
Ahora, sé darle la importancia que tiene y eso me conforta.
Es cierto, Mary, amamos algunos objetos, no por ellos mismos, sino por lo que representan; a quién pertenecieron, qué memorias nos traen… las múltiples y variadas historias atadas a ellos.
ResponderEliminarAHORA, AL LEER EL RELATO,NOTO LA SATISFACCIÓN DE TENER UN OBJETO ANTIGUO DE TANTO VALOR SENTIMENTAL
ResponderEliminarHe incluído su post en mi blog
ResponderEliminarhttps://creciendoentreflores.wordpress.com/2015/10/18/cosiendo-entreflores/