Nino es un niño vivaracho de nueve años. Se encuentra echado en su cama, mirando para
el techo de la habitación, haciéndose el remolón.
-¡Qué bien se está así! Seguro que mamá me vuelve
a llamar, ¡qué lata!
-¡Nino, levántate ya! Es la tercera ve que te aviso; no te hagas el
dormido. Aunque no te guste, tienes que
ir al dentista. No tengas miedo, hijo
mío.
-Mamá, no lo necesito. Me lavo los dientes por la mañana, por la
tarde y por la noche, tampoco como chuches.
Por favor, mamá, no me obligues.
-Vamos, Nino, no tengas miedo. Cuando tu madre te lo dice, es por el bien
tuyo. Vas a tener una dentadura tan
bonita, que podrás presumir antes tus amiguitas. Seguro que tus admiradoras te pedirán que las
beses.
-No quiero besar a las niñas tontas y no me gusta
el dentista. ¡Es un monstruo!
-¡Nino! No hables así del doctor. Siempre te trata con cariño y procura no
hacerte daño.
-Pues, no quiero ir. ¡Lo odio, lo odio!
-Bueno, Nino, no digas más tonteras. Prepárate, que nos esperan en la consulta.
-No hay derecho.
Es un asco. Tengo ganas de ser
grande, para no tener que obedecer a los mayores.
Voz narrativa de un joven adolescente, bien conseguida. Creíble en su contenido, al lector no le cabe duda de que quién habla es un recién llegado a la pubertad, con su típica rebeldía.
ResponderEliminarEL DENTISTA NO ES DEL GUSTO DE TODOS, ESO ESTÁ CLARO Y, EL PROTAGONISTA DEL RELATO NO PODÍA SER MENOS. ANTES DE VISITARLE, TENEMOS QUE VENCER EL MIEDO.
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