martes, 11 de diciembre de 2012

EL CRUCERO de Edelmira Linares




Iba a ser un viaje maravilloso, que había logrado conseguir después de mucho esfuerzo.  Sería la primera vez que estaría en alta mar durante tantos días.  Salimos del puerto de Barcelona, rumbo a un crucero por el Mediterráneo.
Era un barco divino, de mucho lujo y lleno de confort, con camarotes con vistas al exterior.  Podíamos disfrutar de atracciones, animación y hasta de piscina y, en ocasiones, barbacoa.  Por las noches me encantaba arreglarme para bajar a cenar.  Nos trataban como reinas y teníamos un camarero pendiente de cualquier cosa que nos faltase.
Hicimos varias escalas y bajamos a tierra en muchas ocasiones para conocer distintas ciudades.  Uno de esos días, nos tocó visitar la enigmática y versátil isla de Capri.  Fue una jornada complicada –quien lo iba a imaginar –. Aunque la isla me cautivó, algo hacía predecir que sería un día para el recuerdo.
De vuelta, en la lancha que nos acercaba al barco, cansada y magullada por un tropiezo que tuve, en medio de un mar embravecido que dificultaba la maniobra, allí estaba yo, a punto de subir al barco por la escalinata de soga.  Mientras veía a mis compañeras, acceder al navío en situación tan peligrosa, me sentí incapaz de hacerlo, sin embargo, tuve que sacar valor.  Llegó mi turno y no sé lo que ocurrió.  El caso es que de repente me vi colgando del brazo de un marinero que ayudaba a subir.  Fue tal mi desesperación que saqué fuerzas, era tan grande el miedo que, colgada del cuello de aquel hombre, le grité.
-¡Por Dios, no me suelte! ¡Le ruego que me coja por donde quiera y me lleve hasta el barco, por favor!
Así lo hizo, por suerte.
Cuando por fin mis pies tocaron piso firme, solo me faltó besarle y, aún hoy, dudo si lo hice o no, dado el estado de trance en que estaba.
Se cumplió el dicho y, después de la tormenta llegó la calma.  Esa noche tuvimos una gran fiesta de gala donde nos reconocieron por nuestro trabajo anual y fuimos galardonados.
El crucero continuó sin mas incidentes y hoy puedo decir que a pesar de todo lo que ocurrió aquel día, para mí fue un sueño que se hizo realidad y aquel viaje forma parte de mis mejores recuerdos.



3 comentarios:

  1. El crucero no hubiera sido lo mismo sin esa anécdota llena de peligro y fuertes emociones. Ahora, con la perspectiva que da el tiempo, se ha convertido en el eje central de un viaje inolvidable. Muy bien, Mima.

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  2. Gracias por tu comentario que con ellos me ayudas cada semana a seguir esforzándome.

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  3. Querida Mima: Tu escrito es perfecto, me ha encantado leerlo y disfrutar de tu narrativa; tienes un don especial para plasmar los acontecimientos. Esta tarde nos veremos.

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