La mañana
permanecía tranquila. Él estaba
preparando la reunión de accionistas y esperaba que todos estuvieran de acuerdo
con lo que iba a proponer, pues se encontraban en juego muchos puestos de
trabajo. Su padre estaría orgulloso si
lo viera. Estaba sacando adelante el
negocio que él le había dejado, con mucho acierto.
Tenía una
familia: su mujer y dos niñas. Una
familia maravillosa y un negocio floreciente.
Lo tenía todo y le daba gracias a Dios por ello. Pero…, nada es perfecto. Cuando se hallaba organizando los papeles,
sonó el teléfono.
-¡Señor! –le
dijo la secretaria -¡le llaman de su casa, es urgente, hay fuego en su
edificio!.
Él dejó todo
y salió corriendo y, ya cerca de su dirección, vio a los bomberos dirigiéndose
a donde estaba el siniestro.
No lo pensó,
se dio toda la prisa que pudo para llegar a su vivienda, que estaba en primera
planta. La policía quiso impedir que se
acercara pero, gracias a su agilidad, pudo realizar su cometido: ¡salvar a su
familia!.
Muy bien, Naty. Tu imaginación ha ido creciendo con el tiempo, lo que te permite adentrarte en la pura ficción, sin ninguna dificultad.
ResponderEliminarEres una novelista innata, lo demuestras en cada una de tus narraciones, por eso te exclamo ¡bravo!-
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